miércoles, 19 de diciembre de 2012

El pueblo que llevo en el corazón.



Nací en San Antonio de Río Blanco del Norte, nombre largo donde los haya. Aunque he buscado y rebuscado no he podido encontrar en idioma español otro, que tenga más de las veintinueve letras del nombre de mi pequeño pueblo.

Cuando le digo a alguien que soy de allí, enseguida me pregunta con cara de desconcierto: ¿Dónde queda eso? Y tengo que echar mano a las localidades cercanas para situarlo en la geografía de la isla. Mi pueblo está situado entre Jaruco, Caraballo y el Central Hershey, exactamente a doce kilómetros al sur de Santa cruz del Norte, lo que quiere decir que soy habanero, guajiro habanero.
Historia.
Cuenta la tradición oral que originariamente se fundó en otro lugar con el nombre de San Matías de Rio Blanco del Norte a mediados del siglo XVIII y que al final del XIX sus habitantes huyendo de una epidemia de cólera que se había desatado, emigraron y se establecieron en el lugar que ocupa hoy; entonces lo rebautizaron con el nombre de otro santo, gloria de la orden de frailes menores: San Antonio de Padua.

Rebuscando en la red he encontrado algunas reseñas de su historia, algunos documentos de mediados y finales del siglo XVIII y principios del XIX ya mencionan la iglesia bajo la advocación de San Antonio, como parroquia a la que se adscribían como auxiliares, las iglesias de los pueblos cercanos que se fueron fundando en años posteriores, como Jibacoa, Tapaste, Bainoa, Guanabo o Caraballo. Se dice que ya en 1814 contaba con 387 habitantes y que en el censo de 1841 su población ascendía a 518 personas (toda una gran ciudad).

Su situación en una zona eminentemente agrícola con grandes extensiones de tierras fértiles y un clima sano, hace que florezca la agricultura, que por diversos factores socioeconómicos se redujo principalmente a la caña de azúcar y otros cultivos menores. Durante el siglo XIX el cultivo de la caña proliferó en los alrededores del poblado, suministrando materia prima a varios ingenios cercanos, como El Carmen, San Miguel de Jiquiabo o Majana, de los que aún quedan vestigios.

Durante las guerras de independencia muchos guajiros de mi pueblo, como los del resto de la isla, se alzaron y combatieron por la libertad de Cuba, algunos perecieron en la contienda y cayeron en el olvido, he encontrado sus nombres en el Registro de Defunciones del Ejército Libertador de Cuba y les daré un lugar en un post dedicado a los personajes famosos o ilustres del pueblo.
Siglo XX.
El cambio de siglo y en particular el fin de la guerra y la instauración de la república provocan un auge económico que favorece el crecimiento de la población que ya en 1919 contaba con 2283 habitantes censados. Es en ese año que culmina la construcción de la etapa inicial y realiza su primera molienda el Central Hershey, situado a escasos seis kilómetros, lo que trae consigo un mayor impulso al desarrollo de la base económica del territorio y la prosperidad de sus habitantes.

Con la construcción del central no sólo se incrementó la necesidad de mano de obra en el sector agrícola con el aumento del cultivo y cosecha de la caña de azúcar, sino también en el sector industrial, pues conjuntamente con el central, su dueño el millonario norteamericano Milton Hershey, hizo que se construyeran en años sucesivos la planta eléctrica, la refinería de azúcar (en su tiempo la más grande y moderna de América), la fábrica de aceite de maní Hershey, una desfibradora de henequén y el ferrocarril eléctrico (único existente hasta hoy día en Cuba), para el transporte de las cañas al central, del azúcar producido a los puertos de embarque y el servicio de traslado de pasajeros, principalmente de los obreros y empleados del central y sus dependencias.

Uno de los principales ramales de este ferrocarril atraviesa San Antonio uniéndolo a Jaruco y al batey del Central y de ahí, le abre comunicación con las ciudades y pueblos situados a lo largo de la línea principal Casa Blanca – Matanzas y de otros ramales secundarios.

Le siguen años de relativa prosperidad en que el pueblo continúa creciendo. En 1926 se funda la Sociedad Liceo, sociedad de recreación sólo para blancos, a lo que responden los ciudadanos de raza negra creando la Sociedad Unión Social, ambas duraron hasta que llegó el comandante y mando a parar.

La gran crisis de 1929, conocida como “la moratoria” se hace sentir con fuerza. Mi padre, que trabajaba de peón de vías y obras en el referido ferrocarril, me contaba que perdió todos sus ahorros depositados en un banco, unos 700 pesos de entonces y que el hambre y la miseria se apoderaron de los campos, todo agravado por la inestabilidad política y la violencia que se vivieron en los años posteriores a la caída del dictador Gerardo Machado. Muchos trabajadores sufrían las consecuencias del desempleo, la zafra azucarera principal fuente de trabajo, se reducía a 3 o 4 meses al año, después venía el denominado “tiempo muerto”, por lo que durante ese período tenían que buscar el modo de obtener recursos con qué cubrir sus necesidades básicas y pagar las deudas contraídas.

Debido a la escasez de otras fuentes de empleo ajenas a la agricultura y a las industrias cercanas, los pobladores buscan formas de ganarse la vida abriendo pequeños comercios y dedicándose a otras actividades económicas por cuenta propia, es entonces que se van estableciendo chinchales y talleres que dan inicio a una industria de la rama ligera que con el tiempo viene a resultar la más representativa del pueblo, pues dio trabajo a una abrumadora mayoría de toda la fuerza laboral femenina empleada, me refiero a la industria de las confecciones textiles, que ya tenía cierto auge en la región y cuya historia merece capitulo aparte.

Fueron años duros y difíciles, pero como siempre después de la tempestad viene la calma, en la década de los cuarenta se vivieron años de bonanza y progreso. La elección de Fulgencio Batista como presidente constitucional con la victoria de la Coalición Democrática Socialista en los comicios de julio y la promulgación de la Constitución de 1940 abren esta década, en la que la economía cubana se vio favorecida con el aumento de las exportaciones de azúcar y otros productos, a causa de la gran demanda internacional como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial.

Según el censo de población realizado en 1943 San Antonio de Río Blanco contaba con 3000 habitantes, muchos de ellos residentes en típicos bohíos de tablas y guano de palma real, como aquel en que vi la luz en 1945 Anno Dómini Nostri Iesu Christi.

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