domingo, 19 de mayo de 2013

PERSONAJES INOLVIDABLES DE SAN ANTONIO DE RÍO BLANCO


ARMANDO RODRÍGUEZ 

A pesar de no haber nacido en San Antonio, Armando Rodríguez será siempre recordado con mucho orgullo por nuestro pueblo, donde residió por espacio de 20 años, se casó y tuvo su primer hijo.
Un guajiro sencillo, amistoso y jovial que estará siempre en el corazón de todos aquelos que tuvimos la suerte de conocerlo.
Sirva esta escueta biografía como homenaje a ese gran sanantoniense de adopción, para que sea conocido y también recordado por las nuevas genaraciones. 


Armando Humberto Rodríguez Hernández (Arcos de Canasí, Cuba, 6 de diciembre de 1922 – Veracruz, México, 27 de octubre de 2008) Jugador de béisbol juvenil de Cuba y árbitro muy destacado internacionalmente en este deporte, por sus conocimientos de las reglas del juego y su aplicación en todos los estadios beisboleros en que actuó durante 42 años.

Fue el primer cubano y latinoamericano en actuar en las Grandes Ligas de los EE. UU. Representó a Cuba y Venezuela en 16 Series del Caribe y durante varios años fue instructor en Santander, España, y Milán, Italia.
Sus logros han sido inmortalizados en siete Salones de la Fama del béisbol profesional.

  BIOGRAFÍA

Armando Rodríguez “El Guajiro” Nació el 6 de diciembre de 1922 en la Finca Semanat, cerca del poblado de Arcos de Canasí, entonces Provincia de Matanzas, Cuba.

Siendo aún niño su familia se muda al cercano batey del Central Hershey, donde comienza a jugar con otros chicos al béisbol el deporte nacional cubano, al que se mantuvo ligado toda su vida.

Con el Hershey's Sport Club
En la década de los ‘30 comenzó a jugar béisbol juvenil y más tarde en la Liga Nacional de Béisbol Amateur de Cuba vistiendo, entre otros, los uniformes de los equipos Deportivo de Matanzas, Juventud Católica de San Antonio de Río Blanco, Equipo Caraballo y el Hershey’s Sport Club, en los que jugaba cubriendo diferentes posiciones y en ocasiones la de árbitro.  

En 1937 fue seleccionado para participar en un Campeonato Mundial, donde ocupó las posiciones de primera base y de lanzador.

Su actividad deportiva comenzó ligada, como la de tantos otros niños cubanos, a un guante, un bate y una pelota, su pasión iba más allá y pronto se dio cuenta que lo que más le atraía era el arbitraje.
A pesar de ser un jugador disciplinado, tenaz y entusiasta, después de lesionarse durante un juego, decidió emprender un nuevo camino dentro del mundo del béisbol.

Con el equipo Juventud Católica de San Antonio.
Todo comenzó en 1938, en el antiguo estadio de “La Tropical” en Marianao, La Habana, donde actuó por primera vez como árbitro de la mano de su maestro y mentor Amado Maestri. Allí comenzó su idilio con el arbitraje que duró 42 años, actuando en más de 60 temporadas en México, Venezuela, EE. UU, Panamá, República Dominicana, Puerto Rico y Colombia.

A principio de la década de los ’40 se traslada a residir en el poblado de San Antonio de Río Blanco del Norte, allí contrae matrimonio el 5 de diciembre de 1953 con la Maestra Normal Hilda María Pérez, con la que tuvo dos hijos, Armando y Carlos Humberto.

A mediados de los ’50 comenzó a trabajar como árbitro en la Liga Cubana de Béisbol Profesional, que contaba entonces con cuatro equipos: La Habana, Almendares, Cienfuegos y Mariano, lo que hacía de esta un circuito muy fuerte y de muy alto nivel, siendo, incluso, considerada superior a la Triple A. En esta Liga actuó durante seis temporadas.

Un hecho memorable de su carrera durante este período, sucedió el 26 de octubre de 1957 en el Estadio del Cerro, cuando al decretar una falsa jugada del lanzador del equipo Cienfuegos, el norteamericano Danny McDevitt, este se molestó, lo insultó y le lanzó la pelota, por lo que resulto expulsado del juego.
McDevitt reaccionó aun más molesto y descontrolado agredió físicamente al árbitro, quien en defensa propia le asestó un golpe con la careta, produciéndole una herida en la cabeza.
Como resultado del altercado Rodríguez fue suspendido de toda actividad durante 15 días y el lanzador hubo de pagar 50 dólares de multa por su provocación.

Su consagración como uno de los mejores árbitros de béisbol de Cuba hace que sea contratado para actuar en varias ligas extranjeras.

En esta casa de San Antonio de Río Blanco  vivió Armando
Rodríguez con su famila, antes de emigrar a México 
En 1958 debuta en la Liga Méxicana y en 1959 es invitado por el presidente de esta liga para actuar en el circuito de verano, en el que impartió justicia en los campos beisboleros durante 20 temporadas.

Desencantado con los cambios que introducía en Cuba la revolución castrista y principalmente por la firma de la Resolución 83-A del Instituto Nacional de Educación Física y Recreación (INDER) que puso fin a la práctica del béisbol profesional en la isla, opta por el exilio y junto a su familia se radica definitivamente, en su segunda patria: México. Instaló su hogar en Veracruz, ciudad a la que en 1960 había sido invitado a residir, por su amigo Roberto “Beto” Ávila, tras vivir un año en la ciudad de México.

Asi lo recordamos en San Antonio de RB
En 1961 actuó en la Liga Invernal de Nicaragua y en 1962 se trasladó a Venezuela, donde fungió como jefe de árbitros por espacio de una década.

Debuta en la Triple A en 1966 y durante 4 años arbitró los juegos de entrenamiento de pretemporada para las Grandes Ligas (MLB), en la Liga de La Toronja de la Florida.

Durante la Serie del Caribe de 1971, se le ofrece la posibilidad de ascender en su carrera de árbitro a las Grandes Ligas, la cima mundial del deporte de las bolas y los strikes. En aquel momento no puede aceptar la oferta y regresa a México, hasta que en 1974 es llamado para firmar el contrato con las MLB, trabajo que en esta ocasión acepta con mucho agrado.
El 4 de abril de 1974 debuta en las Grandes Ligas de Béisbol, en el Arlington Stadium, calificando los lances del juego en la tercera base, en un encuentro entre los Vigilantes de Texas y los Atléticos de Oakland. Un hecho histórico que lo convierte en el primer cubano y latinoamericano en alcanzar tan alta posición, aun con los inconvenientes de contar con 51 años de edad y de no hablar el idioma inglés.

Después de concluida la serie de 1975, por situaciones personales abandona la Ligas Mayores y decide regresar a las de Méjico y Venezuela

Al inicio de un juego de la serie Juárez-Laredo en junio de 1976, se ve obligado a interrumpirlo, producto de un fuerte dolor en la espalda. Es hospitalizado de urgencia en Ciudad Juárez, donde se le diagnostica una avanzada enfermedad renal, que lo mantiene alejado del béisbol durante un tiempo.

Es nombrado para el cargo de Vicepresidente del Club Rojos del Águila de Veracruz en 1979, cargo que ocupó durante 5 años.

Ocupó igualmente el cargo de Alto Comisionado de la Liga Invernal Veracruzana y trabajó como instructor de árbitros para ese circuito, así como para el béisbol del gobierno del estado.

Abandona definitivamente su carrera de árbitro en 1980 y comienza a trabajar en PEMEX hasta su jubilación.

En el año 2005 conjuntamente con el Gobernador del Estado de Veracruz y el Director del Instituto Veracruzano del Deporte, trabaja en la creación de la Liga Invernal Veracruzana y la Academia de Árbitros de Veracruz.

Producto de una severa neumonía, fallece el 28 de octubre de 2008 en la sala de urgencias del Hospital PEMEX de Veracruz

Foto tomada del Blog  Voz y deporte "Al bat" (*)
El “Guajiro” gozó siempre de una recia personalidad que inspiraba el respeto tanto de los jugadores, como de todo el personal técnico.

 Basado en un profundo conocimiento de las reglas del juego de béisbol, en su experiencia y su sentido de justicia, sus veredictos eran muy bien calculados e imparciales.

Por norma imponía su autoridad en el terreno de juego y no era muy propenso a aceptar réplicas a sus decisiones, por lo que no demoraba mucho en decretar la expulsión de un jugador.

Por su larga y fructífera trayectoria fue inmortalizado en los Salones de la Fama del béisbol de Cuba, México, Miami, Nueva York, Washington y el Pabellón de las Series del Caribe.

REFERENCIAS.





Agunas fotos fueron tomadas de su página de Facebook:

lunes, 14 de enero de 2013


EL PARQUE DE SAN ANTONIO DE RIO BLANCO.

La inmensa mayoría de los pueblos y villas fundados por los colonizadores españoles en Cuba, poseen las mismas características: Una plaza (a veces llamada batey) como centro, alrededor de la cual se iba expandiendo el pueblo con la edificación de nuevas viviendas y locales comerciales. Invariablemente esa plaza se construía junto al camino principal, que luego se transformaba en la “Calle Real” y detrás de ella no podía nunca faltar la iglesia católica, bajo la advocación de algún santo o acontecimiento sagrado, que se convertía en el patrón del pueblo, en ocasiones dándole nombre.

Es el caso de San Antonio de Río Blanco, fundado el 13 de junio de un año que aún no he podido determinar, pero que analizando algunos documentos encontrados, deduzco que debió ser a mediados del siglo XVI.  Por esa razón la iglesia, originalmente de madera, fue consagrada al patrocinio de San Antonio de Padua.

Croquis de la zona del parque en 1959.
En aquella antigua plaza que ocupa una pequeña manzana trapezoidal, se construyó un parque, también en fecha indeterminada, en cuya parte central se levantaba una glorieta,  desde donde partían aceras en forma de radios, hacia los centros y esquinas del trapecio  de no más de cincuenta metros en cada uno de  sus lados, que estaba también circundado por una ancha acera.

La glorieta era una plataforma circular a la que se  accedía por tres peldaños, sobre la que se levantaban ocho columnas jónicas, unidas en su parte superior por un ancho arquitrabe que en su tiempo sostenía un techo cónico, del cual en la década de los cincuenta, sólo quedaban las viguetas que soportaron la cubierta, unidas en el vértice del cono.

En esa década aquella glorieta servía de escenario a un sinnúmero de actividades culturales, lúdicas o políticas que se realizaban con bastante asiduidad en el pueblo y a las que acudía la mayoría de sus habitantes en busca de un rato de diversión y esparcimiento.

Antiguo parque de San Antonio
Frecuentemente se tocaban  retretas  amenizadas por  la Banda Municipal de Jaruco, la de los bomberos de Güines o  alguna otra agrupación musical de las poblaciones cercanas.  En otras ocasiones bardos locales e invitados ponían la nota guajira con sus controversias y canciones, que  acompañaban con los instrumentos tradicionales de la música campesina.

Esporádicamente la glorieta era ocupada por artistas populares, magos, malabaristas, etc., que actuaban espontáneamente y luego pasaban el sombrero con la socorrida frase de “coopere con el artista cubano”. 

También era utilizada de plataforma para los mítines de los políticos, que arengaban pidiendo el voto para sus partidos y siempre dejaban la promesa de la construcción de las aceras y el acueducto que tanto necesitaba el pueblo, promesa que nunca cumplían.  De estos recuerdo a Panchito el alcalde de Jaruco y a Clavelito, postulado para Representante a la Cámara cuya presencia causó un gran revuelo en el pueblo.

El parque siempre fue el centro de nuestros juegos infantiles, sobre todo a los escondidos y a los pelotazos, juego que consistía en tirarnos mutuamente una pelota confeccionada con la parte exterior de las cajetillas de cigarrillos, dentro de la cual generalmente poníamos una piedra, para que fuera más fuerte el impacto y que doliera más.

Los domingos los vecinos vestidos con sus mejores galas, es decir “endomingados”, salían en busca de un rato de esparcimiento. Entonces el parque se llenaba de parejas o grupos de familiares y amigos que simplemente iban a conversar o a tomar fresco, rompiendo así con la rutina diaria.  Esta era la principal excusa de los jóvenes que iban en busca del ligue.  

El parque de San Antonio en 2010
En esos días los limpiabotas cercanos, Paíto, Manengue, Manelo y Miñe, no paraban de limpiar zapatos hasta cerca de las nueve de la noche. Pepe el chino hacía la zafra en su puesto de fritas, Juancito con la guarapera al igual que los heladeros de Hatuey y Guarina, los maniceros y algún que otro vendedor ambulante. En los bares de Estrada, Molina, Fernando y Pua los borrachos hacían girar sin parar en las vitrolas, los discos con los boleros de moda, mientras que en el Liceo se proyectaban las películas de turno.

(Continúa)